dijous, 27 d’octubre del 2011

Claraboya - José Saramago

El valor le desfallecía. Cuando iba a atravesar el umbral de la puerta para no volver más, algo le retenía. De su casa huyó el amor. No odiaba a la mujer, pero estaba fatigado de infelicidad. Todo tiene un límite: puede soportarse la infelicidad hasta aquí, pero no hasta allí. Y, sin embargo, no partía.