El Periódico de Catalunya, 11-02-2011
P- ¿Qué es para usted el amor?
-Para mí amar no es poseer, conocer, sino estar fascinado por otro ser. Es la muerte del egoísmo. Es algo salvador porque implica eliminar mi dimensión personal y abrirme a la de otra persona.
P- Ha dicho que el matrimonio implica la ausencia de ilusión, el sufrimiento.
-Parece muy negativo, pero no se puede ser feliz si no se pierde la ilusión. El amor debe ser preciso, lúcido; amar a alguien es amar también sus defectos. Los dos primeros años de una relación no vemos los defectos o los minimizamos, o pensamos que el otro cambiará, esto es la ilusión. El amor empieza cuando acaba la pasión, porque aparece el amor del otro.
P- ¿Y hace sufrir mucho a sus personajes?
-Es la historia de un gran amor que debe atravesar el desierto. Son capaces de sufrir para seguir amando porque lo más importante para ellos es la felicidad del otro. Aceptan la tristeza, la aridez... Son las pruebas que encontramos cuando queremos vivir un gran amor.
P- ¿Son entonces más felices los que evitan el compromiso y se lanzan a aventuras cortas?
-Una cosa no quita la otra, pero una persona que nunca ha tenido un gran amor es un inválido, porque nunca se habrá desprendido de su egoísmo para ir a buscar al otro. En las pequeñas historias dominan el placer, la aventura, la novedad... Permanece el egocentrismo.
P- ¿Usted, como Henrik Ibsen, es partidario de esas mentiras vitales que a veces son necesarias en la pareja?
-Sí. Cuando la verdad mata o hiere no hay que privilegiarla. Hay que decir la verdad cuando el otro puede entenderla pero de lo contrario lo prioritario es su felicidad, su bienestar, su equilibrio. Y eso no quiere decir que la sinceridad no importe, pero el valor supremo es el otro y hay cosas que no deben decirse.
P- ¿Y qué encuentra de perverso en el amor?
-El tiempo, la repetición... desgastan el amor, acaban con lo maravilloso de los inicios y para revivirlo es necesario mucha imaginación para luchar contra lo cotidiano; vivirlo como si fuera la primera vez.
P- ¿Para usted en el teatro prima más la emoción que la razón?
-Sí, primero es la emoción, los sentimientos y luego la reflexión.
P-¿Se ha inspirado en Hitchcock para abordar su intriga?
-Soy un apasionado de Hitchcock, amo la ambigüedad de sus personajes, nunca sabes si están al lado de la certeza o de la mentira. Son paradojas vivas y eso ha inspirado mucho mi escritura dramática.
P- Usted se metió a escritor tras pasar una noche perdido en el desierto...
-Sí, es verdad. Entré en el desierto ateo y salí creyente. Encontré la fe y eso que no la buscaba.
dissabte, 12 de febrer del 2011
Eric-Emmanuel Schmitt: «Amar es querer los defectos del otro»
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